Caminaba por un lugar huracanado de múltiples ruidos molestos que solo él percibÃa, entonces inspiró calmada y profundamente sintiendo como su cuerpo se iba desprendiendo al mismo ritmo que el aire recorrÃa sus pulmones.
Él se encontraba frente a ella y podÃa percibir la gélida estructura de su alma, corazón entumecido, gran elocuencia en sus palabras, colmada de experiencias, seduce su mirada. Poco más que mencionar, salvo que unos dedos acariciaban el contorno de su ombligo provocando la primera oleada de calor que recorrÃa todo su cuerpo, haciendo solamente paradas en las lÃneas que marcaban su piel. Unos labios picaban el hielo adherido a su figura, como fuego que se expande, con dolor y piedad estando noches junto a su cuerpo destrozando las murallas de su carne, regalando pecados infinitos entre sábanas que acompañan al pulso más Ãntimo del alma.
Se produjo ansiedad entre sus manos, y eso fue terriblemente malo porque su reloj querÃa más, sus carnes magulladas palpitaban muy despacio, sin descanso, mientras el hielo se arrastraba desprendiéndose por sus cuerpos disipándose en la nada.
F J Lorenzana.