Destino incierto.

Curioso destino, aún tengo en mi mente el ajetreo de la Puerta del Sol, el aroma a salsa carbonara sobre mi pasta y como una chica desconocida mientras se marchaba dejaba su número de móvil sobre la mesa donde yo me encontraba. Carnosos labios, bonita sonrisa, ojos de encanto. Breves y borrosos recuerdos de su mirada, su pelo castaño y la fugaz situación de nuestro encuentro. Giraban las agujas del reloj, las páginas de mi calendario y pasaron más de 24 uvas por nuestros labios. Conseguimos localizarnos y también rápidamente extraviarnos, como un espejismo por nuestra sed de volver a encontrarnos. Amores y desamores nos enfrentaban y mientras tanto el tiempo de nuestras pocas ganas de vernos se alimentaba. Con el paso del tiempo necesitaba de nuevo encontrarla, y a pesar de ser un tanto frío no dejaba de imaginarla, como sería vernos de nuevo, el olor de su pelo, disfrutar de su cuello, fundir su cuerpo con mi cuerpo. Transcurrieron varias primaveras, hablábamos durante noches enteras, de trabajo, de aficiones, de comidas y de cenas, de como sería todo si yo estuviese más cerca. En un punto de nuestros caminos nos volvió a sonreír el destino, era el momento de verla cruzar tras mi puerta, probar sus labios, poder sentirla de cerca. Nada nos alejaba, sobraban las palabras, las velas rojas iluminaban su cuerpo desnudo sobre el lavabo, cuerpo con cuerpo, labios con labios y un baño juntos para relajarnos. Luchamos contra el tiempo que nos sabe a poco, que tenga que abandonar las sábanas de mi cama y el miedo de otro adiós. Nos separan las emociones, nos confunde el amor, nos entrelazamos con otras personas, pero no quiero dejar de escuchar su voz, sentir la pasión, y de no pensar en el destino como única opción.