Se rompÃa la lluvia sobre la luna de su coche mientras en el semáforo esperaba. Ella caminaba en dirección opuesta a su ranchera, no era la primera vez que se cruzaban, era la culpable de las miradas en silencio, sentimientos callados que nunca encontrarÃan las palabras precisas y adecuadas. Su mirada era ausente, ajena a todo a su alboroto y él la miraba en silencio queriendo saber el porqué de su corazón desbocado. No comprendÃa porqué no podÃa olvidar ese tÃmido gesto, cuando ella se retiraba el pelo de su rostro y aquellos suspiros que dejaba escapar entre la comisura de sus labios. PodÃa percibir el peso de su cuerpo moviéndose por la acera empedrada, aportando algo de calidez a las mañanas de noviembre. Se imaginaba en una estación esperando su llegada, ser adicto de su voz y que alguna vez ella lo mirara.
F.J Lorenzana